Dancing In The Dark


…y ahí vamos.
Arrancamos con una canción de los Beatles.
Y menos mal que soy yo el que rompe las pelotas de “nada de jugarla de John, Paul, George y Ringo”.
Fue el anochecer de un día agitado la llegada de los músicos al Campamento Huno.
Porque estaban los que se quedaron dormidos. Los que venían de laburar. Los que venían de discutir contra el mundo. Los que están perdiendo el control.
Pero llegar a Lavalle 3019 fue dejar de lado cada cruz. O mejor dicho, ponernos la misma al hombro. Y salir. Subir al Gólgota.
Arrancar a horario nunca, tucumano. No sufras más con el tema de la puntualidad en el Tano de Arriba.
Es un axioma del rocanrol. Pero al revés.
En los recitales los músicos se hacen esperar.
En los recitales de narraciones es el público el que no llega nunca.
Y mierda que se llenó el Campamento.
Quisiera creer que fue por nosotros.
Después pienso si esa gente no era la que se quedó afuera de los conciertos de Arjona.
¡La concha de mi madre! Fue por nosotros, loco.
El Flaco una vez posteó: “si tirás buena onda, recibís buena onda”.
Y echémosle la culpa a la primavera: en la noche de anoche había muy buena onda.
Y aclaro que el único New Age que yo abandero es el que se descorcha.
21,30 citamos. Once menos veinte salimos a escena.
Es el pulso que marcó Funes en el Episodio 3 de Los Mudos.
Es el ritmo que le dieron Selva, Ozz, Mike & Damián.
No podemos dejar pasar una, Guns ‘N Roses.
No hay que perderse nada de esta gira.
Porque estuvimos en el bar de la Av. Díaz Velez el pasado 13, la noche de anoche supimos como encarar el partido.
Compartimos lo nuestro, remember, pero también aprendemos de los nuestros.
Porque es como cuando el nene le dijo que no a un planeta para irse a bailar con Laura.
Hay que hacerlo. Hay que tener pelotas.
Y yo no se si tengo de lo último, pero si que voy a hacer lo que tenga que hacer.
La noche de anoche, les dije que once menos veinte marcaba el reloj, cuando nos juntamos los cuatro, recordamos a Molina, nos miramos a la cara, sonreímos, y encaramos la arena.
Cada cual batiendo el arma con el que es ducho.
El Tigre puso las botas tejanas sobre una butaca para subrayar el one, two, three, four! que sin perder su furia habitual coqueteó con otras sensaciones, otros sentimientos del que fuimos cómplices todos. Como el Perro de Chamamé, los allí presentes nos enamoramos de Julia, y ese fue el mejor piropo que se le puede hacer a lo que uno escribe.
Funes siguió con esa línea de diálogo con la gente. De la respuesta inmediata de conversación honesta, fluida. Y eso va más allá de la foto del gato en cuestión al que le dedicó sus líneas. Porque la verdad nunca vi –no se ustedes- un gato de mierda tan feo como ese. De tan feo te mentías que era lindo y hasta algo de cariño le tomabas. Salvo esa del fondo que saltó como en la escuela del Chavo para quedar en evidencia con su “con un perro no te hubiera pasado”. Ese también es un piropo, tucumano.
Como el que le hizo la gente a Richard: a nadie –mucho menos al autor- le tembló el pulso o le tuvo miedo al ridículo. En un segundo estábamos todos usando nuestras narices de payaso.
Mirando como el elástico de la de Romero se perdía en los rulos oscuros del escritor, como todos, yo me perdí en esa noche, una de las tantas que el propone en su libro.
La luna estaba a mi izquierda y yo agradecí esas palabras guiándonos en el bondi en el que viajaba Jerónimo Panceta.
(Pregunta de examen o duda existencial: Richard, ¿es Jerómino con J o con G?)
Afuera amagaba con llover. Y se quedó en eso, otra vez. En amagues.
Adentro, llovía papel picado. Y para mi era una canción de Garbage: I’m happy when rain.
Y cerró el nene.
Levín metió el cuarto.
El gol que quería cantar toda la hinchada.
Gracias, nene, por la calle de los maniquíes y por todo lo demás también.
Nosotros escuchamos esa lengua susurrada.
Nosotros te escuchamos y te necesitamos.
Anoche fuimos visitantes.
Desde anoche en el Campamento Huno jugamos de local.
Gracias a todos los que vinieron.
La arenga de La Renga sería a “los mismo de siempre”.
Que gracias a ellos uno sale con red.
Pero anoche esos fueron los menos.
Y por eso haber ganado este partido vale mucho más que dos puntos.
En breve, una canción de U2, el “stuck in a moment you can’t get out of” traducido en cada momento eternizado en los ojos de la Maga.
Para que tengan una idea de lo que fue la noche de anoche.
Para que sepan porque el verdadero milagro es la carne, que los mudos hablen y que los cinco marchen.
and in the end, porque soy yo el que posteó: una canción del Jefe.
Cualquiera –no necesariamente 82/11- decía cualquiera de las 18 del grandes éxitos que sonó completo y de madrugada en Lavalle 3019.

2 comentarios:

Lunita dijo...

Yo conocí a Vicente. Y odiaba que se metiera en la habitación y no nos dejara hacer la chanchada.

Muy bueno, Tigre. No hay mejor relato que el de quien protagoniza la historia.

Unknown dijo...

Tiene razón porque tiene corazón. Las cosas que dice son ciertas, tigre, gracias por el relato de semejante noche.

Luna: ese gato pedía trío... no lo supimos escuchar.