La cicatriz de M.E. Moffit

Publicado en el diario Perfil
Suplemento de Cultura
La película que me desvirgó los ojos fue La Guerra de las Galaxias. El “¡Escualo miserable!” del jefe Brody es uno de mis mejores orgasmos. Gracias a Rocky, siempre saqué fuerzas, no sé de donde, para llegar al último round. Sí, sí: las pestañas de The Eye of theTtiger son mi ancho de espadas.No me vengan con camas pirañeras ni putas con el cuerpo y la cara de Sandra Ballesteros: cuando yo vuelo, lo hago como Christopher Reeve, con la música de John Williams de fondo. Y lo confieso, y no me pongo colorado: la que me hizo llorar por primera vez fue King Kong de Dino De Laurentis. Para la misma época, creo haber ido a ver una improbable versión de El Zorro con un amanerado Alain Delon cuando no andaba de capa y espada; y –en continuado– una de Charles Bronson: El búfalo blanco. De ésas sólo tengo flashes. El Zorro entrando a una iglesia destrozando un ventanal. Charles Bronson y un indio que era un muro encontrándose –y enfrentándose– en la nieve con el bicho que le daba título a la película. De King Kong me acuerdo casi todo. Tuve el álbum de figuritas y en una pared un póster de TV Guía con Jessica Lange que había pegado mi viejo. Yo no sabía o no entendía muy bien de qué laburaba mi papá. Salía mucho de noche. De escucharlo, aprendí a hacer comentarios de películas. Si hasta una vez llegué a mentirme que mi viejo era crítico de cine.
Yo, cuando abro la jeta, soy de irme por las ramas. El siempre fue corto, directo. King Kong, el tema central de la película y su mensaje, Rolo me lo definió así: “Pini, aprendé muy bien lo que vale una rubia”. Y tenía razón. Al mono tremendo –¡ojo! nunca tratar de gorila al capo, ¿eh?– enamorarse de Jessica Lange le valió que lo tabletearan con un par de M60 desde varios helicópteros de combate. Lo hicieron cagar fuego en las Torres Gemelas veinticinco años antes de que a las Torres Gemelas las haga cagar fuego Osama. Hasta no hace mucho, yo estaba seguro de que había llorado la ejecución del rey Kong. Hoy, sé que ésa era la excusa. Porque… dicen que los hombres no deben llorar por una mujer, no deben llorar… Esa rubia emocionaba y aún hoy lo sigue haciendo. Esas mujeres –rubias o no– son las que menos iniciaron en el fuego, jugándola tanto de manzanas como de Evas. Jessica Lange. La Adrian de Rocky. Luisa Lane. La Princesa Leia… ¿Y en Tiburón? En Tiburón hay una escena en la que durante una noche de ronda, los protagonistas empiezan a medir quién tiene la cicatriz más importante. El jefe Brody, el hombre de familia, queda fuera de competencia porque son un chiste los puntos de su operación de apendicitis. La pulseada entonces se da entre el pescador veterano y el joven biólogo inexperto. Contra todos los pronósticos gana el pendejo, cuando muestra su pecho desnudo. “Mary Ellen Moffit”, pronuncia dibujando con el índice una marca: “Me partió el corazón”. Vimos esas películas siendo chicos y hoy las llevamos tatuadas. Y cuando éramos chicos, como nos cantan The Killers, hinchamos por nuestros héroes cuando no jugábamos a ser ellos. Hoy, sabemos que para encontrar a la Princesa Leia tenemos que irnos hasta una galaxia muy lejana. Que si pintan los guantes y tenemos que subir al ring contra Apollo, Mr. T o el ruso Iván Drago, el combate no nos asegura una mina como Adrian. Que no podemos hacer que el tiempo vuelva atrás cuando perdimos a Luisa Lane. Que una rubia como Jessica Lange es preparar el pecho para recibir munición a voluntad. De todas, la más honesta siempre fue Tiburón y la cicatriz que nos hizo Mary Ellen Moffit. Insisto, hoy, que los cines donde vimos esas películas ya no existen. Y que Lavalle sólo es un balcón de un departamento en contrafrente.

6 comentarios:

Nocturno Radio Podcast dijo...

me acuerdo de un contrafrente en Lavalle, por suerte tampoco está. O mejor dicho, ya no estoy.
Salud.
Cococho

Anónimo dijo...

Por Leia soy capaz de retarte a duelo. Tengo la espadita que me regalaron mis viejos para defenderla hasta que me cortes la mano. Sobre Luisa Lane, cómo olvidar la mirada rayos X que desnudó sus pre cancerígenos pulmones. ¡Eso si que era pornografía!. Muy bueno. Juan Guinot

Unknown dijo...

yo soy más pendejo
a mí me enamoran las rubias


pero a meg ryan
(cuando harry conoció a sally)
mama

no le gana nadie

Anónimo dijo...

Michelle Pfeiffer en "El hechizo del águila", Funes.
Esa rubia tiene más magia que la llamada "novia de américa".
Y si, Iggy Not, uno deseaba la visión de rayos x para lo mismo.

Anónimo dijo...

Como ya te dije varias veces Oyola, sos grosso aunque otros digan grassa... Yo no solía prestar atención a las muchachas coprotagonistas de esos films, pues era medio chiquilin y flasheaba con los efectos especiales de Volver al Futuro, Gremlins, Critters, Viaje Insólito, Milagro en la Calle 8 Etc.
Pero recuerdo que me enamoré perdidamente de Susana Traverso en "Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra" en 1984 y tiempo después vi "El color escondido" y me moría por Carola Reyna...
O Cecilia Dopazo en Clave de Sol...

Bueh, sobre gustos...

Salú.

Anónimo dijo...

Leo siempre nos decía que Star Wars es religión.
Nosotros le decíamos que creíamos más en Matrix.
Si casi nos agarramos a piñas por Revolutions!
Leo: que bueno reconocerte en lo que escribis.
Un abrazo.
Juan