Por Ricardo Romero
Al amigo Levín lo seduce mucho muchas cosas, y eso está bien aunque a veces afecte la salud. Pero una de las cosas que más lo seducen es interpretar minuciosamente la naturaleza evasiva de una fiesta. Cómo es una fiesta, de qué manera se enrarece y se enciende y las reglas no sólo se distienden sino que también se extrañan. No sólo hay variopintas transgresiones en una fiesta, sino también peregrinísimas perversiones. Porque pervertir, a veces, es ser obscenamente puros. Demagógicos hasta el abrazo. Y sí, todo esto para decir que la otra noche, en el Pacha, leímos a Molina. Para decir que fue una fiesta en la que un colombiano ignoto pasó al frente para decir que hace cuatro meses que está en la Argentina, y que en esa noche se sintió por primera vez en casa. Salud, colombiano, nosotros sentimos lo mismo, y aunque no sea la primera vez, no deja de sorprendernos que nuestra casa esté tan ahí, tan de repente. La piñata explota y entre caramelos y chucherías la alegría es mansa como un paisaje de tregua (y lo bueno es que cada uno mira su paisaje, para mí puede ser el sol brillando en un remanso del río Paraná, un lago escondido en el sur o la sonrisa de Romina, pero para otro es otro y el mismo). Leímos a Molina, cocinamos, comimos guiso, nos reímos juntos y por separado mientras el Traful de Simón iba y venía. Y Molina entró con vincha y maltrecho, como el Chapu Nocioni que volvió a enseñarnos en los juegos olímpicos lo que es hacer las cosas con amor. Y lo hizo con amor, Molina, y brindamos con él. Breve, sin aspavientos, intensamente preciso, el Flaco puso su vida ahí porque necesitaba hacerlo. Y Funes, Oyola, Levín y yo jugamos a ser Molina un rato con esa devoción por el juego que a veces todavía somos capaces de poner. Qué lindo que las fiestas no tengan necesariamente que enfermarse de euforia, ¿no Levín? En fin, que por eso salud otra vez, muchachos, gente, y que sigamos encontrando en la literatura la tregua exacta y jubilosa para la amistad.
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1 comentario:
Ey! Qué lindo! Yo la pasé muy bien y siempre me siento mejor en los ambientes más relajados, ya sin necesidad de estar encendida continuamente, esas eternas fiestas, aunque siempre entre amigos. Y ya que estoy, les recuerdo que me gané la dedicatoria en el libro del Quinteto.
Estemm... sí, muy lindo el viernes. Saludos!
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